Linux maneja los dispositivos de almacenamiento como un archivo más dentro del directorio raíz. Cuando realizamos una nueva partición, deberemos establecer un punto de montaje para
dicha partición, es decir, una carpeta en la que ubicar el dispositivo que vamos a crear. El sistema que emplea Linux para las particiones de los discos es similar al de DOS. Sin embargo, mientras que DOS asigna a cada partición una letra D, E, etc., el sistema de Linux no.
Una vez que hemos formateado la unidad (creado el sistema de ficheros) debemos montarla para que pueda ser utilizada por el sistema. Es decir, debemos indicar qué directorio y qué nombre vamos a asignarle, este proceso, tal como hemos indicado, se denomina montaje. La ventaja de este proceso consiste en su flexibilidad, puesto que una vez que hemos montado un disco o una partición como carpeta dentro del sistema de archivos, podemos trabajar con ella como otro directorio más, es decir, podemos copiarla, moverla, etc. como si se tratara de un archivo de texto.
Del mismo modo que montamos una partición en nuestro árbol de archivos, podemos montar una unidad de red, es decir, incorporar a nuestro directorio una carpeta compartida por otro equipo de la red y manejarla como si estuviera en local de forma completamente transparente.
Cualquier dispositivo de almacenamiento debe ser montado en el árbol de archivos. Sin embargo, la partición en la que se ha instalado el sistema operativo aparecerá como raíz y
no se le aplica el proceso que acabamos de explicar.
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